Por Luis Martínez Alcántara
El panorama musical de los corridos tumbados experimenta un cambio significativo recientemente. Desde hace unos meses, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha tomado medidas drásticas para desplazar al Cártel de Sinaloa como protagonista principal en estas canciones.
La disputa surgió principalmente porque los corridos tumbados anteriormente habían centrado su atención en las hazañas del Cártel de Sinaloa, especialmente en figuras legendarias como Joaquín «El Chapo» Guzmán. Sin embargo, en respuesta a estas narrativas, el CJNG ha empezado a componer corridos que celebran a sus propios miembros, asígnandoles un lugar central en la cultura popular.
Las acciones del CJNG no solo están limitadas a composiciones musicales. Han utilizado métodos intimidatorios para silenciar a los artistas que continúan promoviendo al Cártel de Sinaloa. Narcomantas colocadas en lugares visibles de ciudades como Tijuana han servido como herramientas efectivas para enviar mensajes de advertencia a artistas como Peso Pluma y Fuerza Regida, obligándolos a cancelar sus conciertos programados en esas áreas.
Esta disputa refleja tanto la complejidad del crimen organizado en México como la capacidad de los cárteles para influir en la cultura popular. Los corridos tumbados, originariamente destinados a glorificar a bandoleros y posteriormente a narcotraficantes, ahora se convierten en instrumentos de propaganda para diferentes facciones criminales. Esta dinámica muestra cómo la música puede estar profundamente arraigada en la política y la violencia del contexto social actual.
Es difícil anticipar cómo evolucionará esta situación dado el clima de tensión permanente entre los cárteles. Si bien el CJNG parece haber obtenido algún terreno en términos de controlar la narrativa musical, es probable que otras facciones criminales respondan con sus propias tácticas. Esto podría llevar a una escalada continua de conflictos, afectando no solo a los artistas sino también a la comunidad general.
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