diciembre 5, 2024
feminista

Por Analletzin Díaz Alcalá, directora de la escuela de Periodismo Carlos Septién.

Las mujeres ancestrales en las familias mexicanas representan la base de una ideología que se desvanece. Imperaba hasta hace unos años y, con el paso del tiempo, esa función social y doméstica se difumina en el pensamiento de la mujer actual. Incluso, se retoma como crítica a un sistema patriarcal que poco a poco debe desaparecer.

Fueron las mismas abuelas, tías y madres quienes en su sumisión aceptaron ser sobajadas y relegadas como mujeres. Se posicionaron como las servidoras domésticas, al grado de educar desde niñas para estar al servicio y disposición de los hombres de la casa. Cocinar para ellos, vestir para ellos y como ellos indicaran, cuidar a los hijos de ellos y peor aún; humillarse ante ellos.

Los roles sociales ya no son los de siglos pasados, aunque todavía hay mentes retrógradas que critican a hombres que asumen el compromiso de cuidar a los hijos y quedarse en casa para que la mujer sea quien salga a laborar. Son las decisiones que sólo corresponden a la pareja y no a la crítica familiar o vecinal. Lamentablemente son las mismas mujeres quienes adoptan los patrones machistas para juzgar.

Son mujeres quienes aún ponen las piedras para tropezar a otras mujeres en su andar. Las trabajadoras de empresas que esperan la orden de un jefe hombre para poder actuar; las que comparan las actividades de un jefe varón y minimizan el profesionalismo de una jefa. Son ellas las que justifican la violencia, hostigamiento y maltrato laboral. Asumen que ellas mismas provocan ese mal trato por que no están “a la altura del patrón” y asumen y reconocen su incapacidad ante él.

El varón, como jefe, como dueño, como líder o “mandamás” abusa de su posición y se empodera cuando sus súbditas le festejan los abusos y se regodean de las burlas y vejaciones que cometen contra otras mujeres. ¡Qué tristeza provoca semejante actuación!

Es cierto que la crítica radica en lo físico más que en lo profesional para una mujer, que doblemente debe demostrar su capacidad ante los ojos que esperan cualquier tropiezo, por leve que sea, para ser vituperada.

Hoy, el empoderamiento de la mujer se nota en espacios inimaginables que no alcanzaron a ver mi abuela y mi madre. Hoy tenemos una mujer presidenta en México por vía electoral, sin ponerle color ni partido, es una mujer. Pese a las críticas de estar a la sombra de su antecesor o bajo el cobijo de un hombre, Claudia Sheinbaum lo logró y ya es historia.  Este 2024 una mujer nos representa.

Gracias a los movimientos feministas y seres humanos con raciocinio y sentido común, hoy se suman a la evolución y se logran los cambios.  Logran que volteen a vernos y a escucharnos después de tantos siglos.

Empero, falta más empatía social, la sororidad feminista con todas. Falta que los varones reconozcan el esfuerzo y abran más espacios de trabajo para la mujer. No cuotas de género para cumplir con promesas, sino posibilidades reales para desarrollar proyectos libremente.

La independencia económica debe ser fundamental en el México machista para consolidar cada día los logros feministas. Debemos sumar esfuerzos para lograr una real y verdadera paridad y equidad de género, desde nuestra cosmovisión personal y escalarla en nuestro entorno laboral y familiar.

Las vicisitudes encontradas en el camino son sorteadas con fuerza, valor y dignidad porque no es fácil. Damos batallas, dejamos sueños, enfrentamos dragones y estamos donde queremos estar.

La consciencia feminista es hoy, aquí y ahora, liberándonos del linaje femenino que cargamos socialmente. Sería más fácil para todas romper los esquemas que protocolizan la sumisión para cohesionarnos y consolidar un verdadero reconocimiento.  Sin más, la unión hace la fuerza y eso debemos lograr. Seamos de verdad las mujeres líderes de esta época; dejemos huellas de nuestro andar como hijas, madres, parejas, esposas, amigas, hermanas…y seamos libres, seamos mujeres.

 

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